Dicen que es bueno hacer balance de lo anterior antes de empezar una nueva etapa. Dicen que sólo asumiendo los errores y los aciertos puede uno extraer las enseñanzas de lo vivido y aprovecharlas para lo que está por venir. Algunos llaman a esto "autoevaluación". Bueno, pues vamos a ello...
El pasado curso 2017-2018 fue un poco más que intenso. Hubo que echar el resto y se echó... Treinta y siete sesiones en las que dejarse la piel, exprimiendo al máximo los conocimientos y las capacidades que uno tiene para dar las mejores clases posibles. Y creo, sinceramente, que no estuvieron mal. Conté, en esto de la preparación, con el auxilio y la guía de treinta y siete maestros incuestionables que, saludándonos en cada sesión (Salve, discipulus), nos invitaron de seguido a trabajar con ilusión... Charles Baudelaire nos aconsejó que fuéramos poco a poco, y bien estuvo el consejo para así poder entender que nos querían decir la señora Dove y el señor Chips sobre cuál es el método más idóneo para prepararse las oposiciones (Primo Contacto). También, Marc Chagall nos avisó de que no triunfa el que sólo utiliza la cabeza, olvidando el corazón. Y corazón le pusimos cuando, entre tema y práctica, logramos hacer un hueco para recomendar decenas de películas y documentales que podrían hacer más fácil asimilar tanto y tanto conocimiento (Theatrum). Luego, el bueno de Mahatma Gandhi vino en nuestra ayuda recordándonos que siempre hace falta un buen método (Modum) para llegar al logro, y que éste se consigue cumpliendo sus diferentes etapas, etapas a las que yo bauticé con toda una serie de latinajos (Inventio, dispositio y scribo para el examen escrito; Elocutio, memoria y actio para el oral).
El mes de octubre fue recibido por el genio de Víctor Hugo: "¡Llega el tiempo!", exclamó, mesándose su barba de sabio. Y le hicimos caso, empezando ya a estudiar en serio con el Método Bosque (Studium). Pero fue Steve Jobs el que nos previno sobre lo más importante de las oposiciones: "Hay que dejar huella". Y por eso empezamos a ver cómo podríamos personalizar los temas (Magisterium). Para nuestro apoyo en esta tarea, Benjamín Franklin nos dio seis herramientas que utilizamos en cada clase y que debían prepararnos para el éxito (Exordium, narratio, divisio, confirmatio, peroratio y refutatio). Todo parecía suficiente para triunfar hasta que un buen día apareció en el aula mi admiradísimo Charles Dickens para recordarnos que debemos aprender del error... Las prácticas (Exercitias) las trabajamos a través de distintos métodos: el MAHA o Método Aprender Haciendo Abierto, en el que se enseñoreó Zabaleta o la pirámide demográfica de España, y las Prácticas Imprescindibles, palestra en la que preparamos el texto sobre la coronación de Carlomagno, el Descendimiento de Rogier van der Weyden, el climograma almeriense de Cabo de Gata y las alianzas de los Sistemas Bismarckianos durante la Paz Armada... Trabajar en clase las seis prácticas del examen fue posible gracias a Og Mandino, que nos habló del ánimo y el logro (Og nunca abandona a sus seguidores).
Henry David Thoreau salió del bosque donde se había retirado para augurar nuestro triunfo, aunque nos recomendó para ello que en clase trabajáramos también la bibliografía de los temas (Bibliothecam). Y con todas estas enseñanzas de tan doctos asesores, fuimos avanzando a pesar del yo y las circunstancias de Napoleón Bonaparte... Inolvidable fue el paso por el aula de tantos y tantos prohombres que a saludarnos vinieron: Walt Disney nos aconsejó soñar de vez en cuando, y Albert Einstein nos enseñó a fortalecer la voluntad. Pero fue Henry Ford el que nos habló de la importancia de creer en uno mismo. Y por ello, cuando San Francisco de Asís nos visitó, todos comprendimos que, como él, nosotros también eramos capaces de hacer lo imposible... Abraham Lincoln nos exigió resolución, y Nelson Mandela nos obligó a copiar cien veces "Todo parece imposible hasta que se hace". Para ello nos fue de suma utilidad la disciplina en la que nos aleccionó el pillo de Truman Capote... De este modo, poco a poco, fueron las sesiones pasando y cada vez estábamos más cerca de, como nos explicó Marie Curie, poder cumplir nuestra misión. Decididísimos, seguimos a Bruce Lee que prometió llevarnos hacia la meta si aprendíamos un par de sus llaves. Y, cada vez que desfallecíamos en la carrera, Joachim Murat nos pedía un último esfuerzo. Pero, de todos ellos, y todos mis opositores lo recordaréis, ¡qué grande fue el día en que Goethe nos enseñó que es el aire el que hace al águila!
Ensimismados con el alemán y sus consejos, no nos dimos cuenta de la llegada de Oprah Winfrey. Con su habitual energía nos regaló su secreto: "Hacer para hacer cada vez mejor". Entonces, absorbidos por su extraordinaria presencia, sonaron los tambores y nos avisaron de que el mismísimo Platón había salido de la caverna y, muy decidido, a enseñarnos lo siguiente vino: "El cuerpo humano es el carruaje; el yo, el hombre que lo conduce; el pensamiento son las riendas; y los sentimientos, los caballos". Esto marcó un hito... Después, aún no recuperados de tanta sabiduría griega, con su puro en la boca y un semblante risueño, Winston Churchill nos habló de qué les ocurre a los pesimistas y qué cosa muy distinta a los optimistas (Mens sana), prédica de la inteligencia emocional que veníamos trabajando desde septiembre. Aún así, ya por entonces, asomaba la primavera y sus ensueños, y toda la oposición pesaba mucho. A un lado del camino, algunos opositores parecían caer de puro cansancio. Así que llamé a Aldous Huxley que, desde su mundo feliz, nos invitó a amar la obligación... Casi todos le hicisteis caso, aunque hubo quien no, cayendo por el precipicio del desánimo y el para qué... Por eso, a recogerlo fue Charles Chaplin: "No encontrarás un arcoíris si miras hacia abajo", dijo Charlot. Y como caso hizo, hoy ya no es opositor, que su plaza ganó.
Desde principios de curso trabajamos la programación (Discite docere), pero llegó el momento de convertirla en una gran exposición. Martin Luther King nos animó a plantar el huerto, y Livingstone nos conminó a avanzar siempre hacia delante. Entre estándares de aprendizaje evaluables y competencias clave, Ortega y Gasset, luminaria de España, nos invitó al restaurante: "Algunas personas enfocan su vida de modo que viven con entremeses y guarniciones; el plato principal nunca lo conocen", nos dijo. ¡Cómo es usted, don José! Tras la abundante comida, en la sobremesa, William Shakespeare nos recitó versos sobre el paso del tiempo, y Benjamín Disraeli nos recordó que hay que saber siempre aprovechar la ocasión... Llegó el momento entonces de hablar de lo que siempre está presente: la suerte. ¡Ay, la suerte! Esa sombra que sobrevuela la cabeza del opositor... Y fue Isaac Asimov el que nos enseño que "la suerte sólo favorece a la mente preparada". Por ello, Jacinto Benavente nos previno de que "no conviene esperar a la casualidad", Miguel de Cervantes, Príncipe de los Ingenios, nos hizo repetir aquello de: "Cada uno es el artífice de su ventura", y nuestro Federico García Lorca nos dijo, mientras pasaba su mano por los verdes trigales, que la suerte vendría a quien menos la esperara... Llevábamos algún tiempo repasando las prácticas más importante (Memento), cuando, de pronto, fue Schopenhauer el que nos anunció a todos que en breve comenzaría la partida. Todo fue un puro ajetreo y se sucedieron las últimas orientaciones y sugerencias (Notitia et imperium). Antes de que pudiéramos darnos cuenta, el gran Julio César pronunció las temidas palabras: "Alea iacta est".
Finalizada la sesión nº 37, nos despedimos todos. Yo os di mi bendición (Benediximus): "Todo esta listo ya... Terminad el trabajo pendiente y confiad en vosotros mismos... Manteneos erguidos y fuertes, resistentes pero flexibles... Así lograréis el triunfo". Y todo esto es lo que pasó desde principios de septiembre de 2017 a mediados de junio de 2018. Al poco, llegó el día del examen... Lo demás ya va siendo historia.
Cincuenta y cuatro de mis opositores, ahora funcionarios, ganaron gracias a su esfuerzo su plaza. Otros muchos aprobaron los exámenes, con notas altas, medias o incluso bajas, aunque sin obtener la deseada medalla. Y es que esto de las oposiciones es algo así como las Olimpiadas: por suerte todos participan; por desgracia, sólo algunos ganan. Pero dentro de dos años se repite la jugada. Y aquí, a mi casa, ya llega la nueva hornada... Me gustaría explicaros que voy a hacer este curso 2018-2019, pero eso será otra entrada.
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